19 de octubre de 2010

Saturno, señor del universo

Más que a los Titanes y las Titanias -cuenta Hesíodo-, Urano (el Cielo) detesta a sus otros hijos, los Cíclopes y los Hecatónquiros. Son criaturas brutales.
Para no tener que encararse con ellos, el Cielo estrellado los obliga a vivir en el vientre oscuro de Gaia (la Tierra), sin ver jamás la luz del día.
A Gaia la hace sufrir esa reclusión de sus hijos. Sufre también con la continua fecundidad que le impone Urano (desde que se unió a él su vientre no ha cesado de engendrar). Y empieza a odiar a su celeste esposo.
Decide vengarse de él. Llama a los Titanes y les pide que la ayuden a destronar a Urano.
Todos se niegan. Sólo Cronos (Saturno) acepta el encargo de su madre, porque ya se había rebelado ante sus sufrimientos.
El valiente guerrero del Tiempo promete a Gaia que la vengará. Y ella le entrega la afilada guadaña que, con terrible propósito, venía preparando hacia tiempo.
Cuando Urano se aproxima a la esposa para fecundarla nuevamente, Cronos se arroja sobre su padre. Lucha con él y lo vence.
Urano sangra y se retuerce. Un grito de dolor resuena en todo el mundo. Los genitales de Urano vuelan por el espacio. La sangre corre sobre la tierra y sobre las aguas.
En el mar, los órganos con el semen expelido forman una espuma blanquísima, de la cual surge Afrodita (Venus), diosa de la belleza femenina y el amor.
En la tierra, la sangre da origen a las Melíadas, Ninfas de los bosques, y a las Erinias (las Furias) vengadoras de los crímenes semejantes al de Cronos.
Pero ellas no pueden hacer nada contra el vencedor de Urano, pues todo el poder del mundo le pertenece.
El titán soberano se une a Rea (Cibeles) su hermana, y en ella engendra una multitud de sus hijos. Sin embargo, los devora a todos en cuanto nacen, para que no lo destronen.
Sólo una de esas criaturas escapó a su voracidad y lo destronó, quitándole el cetro del mundo: Zeus (Júpiter) el poderoso olímpico.

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